jueves, 28 de julio de 2011

Parque periurbano

Desde hace semanas, cada mañana, temprano, sobre las ocho dedico una hora a caminar por el parque. Es un parque periurbano, o sea que, como su nombre indica, rodea a una zona urbana. En este caso, pertenece a un pueblo, y se extiende de oeste a este a lo largo de los límites de uno de los barrios y una urbanización de lujo.

El parque es amplio, muy agradable, con vegetación típica mediterránea, abundante arboleda y plantas aromáticas: romero, tomillo, albahaca, hierba luisa… El agua del riego de la mañana refresca los caminos de albero realzando su característico precioso color amarillo.

Tiene habilitadas cuatro puertas, cada una se corresponde con uno de los puntos cardinales: la puerta norte es la menos conocida y utilizada ya que en realidad es un pasadizo muy largo, angosto y sombrío, pero precisamente una delicia en verano; esta puerta junto con la puerta este, por proximidad, son los accesos naturales para los usuarios de la urbanización de lujo; la puerta sur es la entrada principal y podemos decir que es neutra, ya que sólo colinda con el campo y normalmente es por la que accedemos los que por lejanía tenemos que desplazarnos en coche; la puerta oeste es el acceso habitual de los usuarios del pueblo-pueblo, porque es la más próxima al resto de los barrios.

A tan tempranas horas y en pleno mes de Julio, la afluencia de visitantes es escasa, diría que sobre una treintena, si bien los que vamos somos constantes y solemos ser los mismos cada día, jóvenes y mayores, solos o en parejas e incluso algún grupo de tres.

En realidad estamos haciendo ejercicio, cada cual lógicamente a su forma y ritmo. Personalmente yo los realizo como tratamiento post infarto, vamos, porque me lo ha “mandao” el médico, que ojalá lo hubiera hecho desde mucho antes de motu proprio y me habría ahorrado más de la mitad de la película. Qué le vamos a hacer, nunca es tarde si la dicha es buena. Y es una dicha el recorrido una vez vas cogiendo ritmo y ganando en resistencia.

Si me he entretenido antes en describir la situación y los accesos al parque, es para contar cómo en un altísimo porcentaje se distinguen perfectamente las personas que acceden por una u otra puerta, sobre todo por las este y oeste y lo distintas que pueden llegar a ser. Y no sólo en la vestimenta.

Los usuarios de la puerta este, los de la urbanización de lujo, en su mayoría van a lo suyo, con los auriculares –intuyo por las expresiones de sus rostros que los mayores sumidos en las tertulias radiofónicas matutinas, con lo que no desenganchan del agobio de las malas noticias, y los más jóvenes escuchando música-, ni te miran cuando se cruzan contigo y, por supuesto, no dan ni los buenos días, literalmente. Algunos, cuando se los das tú, responden tímidamente casi con un hilo de voz o con alguna expresión ahogada: ellos como sorprendidos, incluso interrumpidos, y ellas como azoradas.

Los de la puerta oeste, o sea, la gente del pueblo-pueblo, por el contrario, suelen dar los buenos días con agrado. Como se ha hecho en los pueblos toda la vida. Recientemente, sin ir más lejos, me acompañó Doc. Adelantamos a un hombre mayor al que dimos los buenos días y nos correspondió con un sonoro “buenos días, señores”. Una maravilla.

Poco a poco voy haciendo una cruzada a ver si consigo que todos nos saludemos porque se ve que es toda gente sanota y estoy convencido que al final es algo que le gusta a todo el mundo, pero parece que las personas nos empeñamos en esquivar aquello que nos satisface. Y mira que es barato.

Entre los visitantes vespertinos tardíos debe haber algún que otro indeseable o vándalo. Como se puede ver en una de las fotografías de abajo, en la puerta principal, teniendo al lado contenedores de todo tipo dejan la basura en mitad de la calle. U obligan a cerrar los aseos a horas tempranas. En eso poco puede ayudar el parque, que son lecciones que hay que traer aprendidas de casa y el que nace lechón muere cochino y no habrá más remedio que esperar a San Martín.