viernes, 30 de noviembre de 2012

Rosalía, historia viva de la Ebro



Llegaste a la Ebro hace el tiempo suficiente como para llevarte contigo más de la mitad de la historia de la empresa. Toda una vida.

Ya sabes que jubilación viene de júbilo. Ahora te pre-jubilas, así que deberías estar pre-contenta, pero ya sabemos que estás más que contenta, vamos, que se te ven las pajarillas. Y bien que lo mereces y nos alegramos contigo.

En todo este tiempo de vida laboral naturalmente ha habido de todo, momentos buenos y momentos duros. Aunque es un día para celebrar y estar alegres, creo que es justo y que será de tu agrado empezar haciendo un homenaje y recordando a aquellos con quienes convivimos tanto tiempo y que ya nos dejaron.

Pepe Navarrete: sus frases preferidas, “te caiga la pringue chorreando en las orejas” y “quien a buen árbol se arrima, pierde pan y pierde perro”.
El Capi: un final realmente triste. Fue casi como si se nos hubiera ido un hijo.
Joaquín Casaus: tan impetuoso y alocado como servicial y dispuesto. Cuánto trabajó y disfrutó en la organización de la fiesta de Reyes.
José Luis Magariños: creo que se fue sin saber que les gustaba a todas.
Alejandro Varela: el Robert Redford de la Ebro. Un personaje irrepetible.
Rafael López, el Caja. “No home, no, que me voy a caer”. De boquilla, cuando cada Navidad lo subíamos a la caja. Y en una ocasión hasta lo tiramos al patio. Cuando iba con el tiempo justo para llegar a los bancos: -Antonio, hijo, dame ánimo. –Entra en el archivo que está el agua de fuego. Y se pegaba un lingotazo de coñac y salía pitando. Como no había alcoholímetros…
Don Cristóbal. Enorme conmoción en la empresa.
Y el más llorado por próximo: en la empresa era Antonio; Pepe en la peña y Curro el del RACA en el resto del mundo.
Todos permanecerán siempre en nuestro recuerdo.

Pero la vida sigue y podemos recordar a estos y otros compañeros en momentos divertidos…
Manolo Verdugo: ¿Cuántas veces te hizo llorar de risa con las historias de su mili? Pero llorar de verdad. No tenía nada que envidiarle a Paco Gandía.
Mari Carmen la Polera: el despiste sobre dos piernas. Se pasó toda una mañana con una etiqueta así de grande pegada en la frente sin darse cuenta y se paseó por toda la empresa. Me ha dicho Estepa “Mari Carmen, qué guapa vienes hoy”  y yo le he dicho “Ay, Estepa, los ojos con que usted me mira”.
El día que fuimos a comer a la pizzería y reímos literalmente a reventar, tanto que hubo varias que sufrieron cortes de digestión: María Luisa, Mari Carmen, La Inchausti, tú…
La Chica: el optimismo personificado.
Alicia: como un cencerro.
Cati y su Meji. Pobrecita, el susto que le di con el ratón de imitación que trajo el Porro. Todavía me arrepiento.
Antonio Cristelli, que estuvo mucho tiempo en Siberia y terminó sustituyendo al López en la Caja. Y le tocó la peor parte el día del atraco.
Su padre, el doctor Cristelli. Qué tiempos aquellos en que teníamos hasta médico de empresa. Era muy útil; si te ocurría algo, te decía “esto sería conveniente que te lo viera un médico”.
El Trompa, cuñado de Antonio: “¿qué pasa, tierno?”.
Pariente, alias el Petete, alias el Páginas Amarillas. Lo que no sabía se lo inventaba. El día que comimos y, sobre todo, bebimos en los Muleros bajó del Aljarafe a toda mecha y los demás detrás de él a ver cómo se la pegaba, pero nada, ya nos avisó de que estaba acostumbrado. Como no había alcoholímetros… O el día que se hizo el listo delante de la Machuca y cruzó con el Simca 1200 campo a través lo que es hoy la Ronda del Tamarguillo a la altura de Los Arcos para saltarse el atasco de la carreterucha que había, con tan mala suerte que en una alcantarilla tapada por matojos se dejó el cárter. La Machuca le vaciló saludándolo como la Reina mientras pasaba.
Pepe Miranda, que nunca olvidaba tu cumpleaños y que nos vendió siempre el cupón menos el que tocó. Anda que me salió barata la navaja de veinte duros que me vendió ese mismo día en lugar de darme el cupón que resultó premiado. A María Luisa se lo ofreció y no quiso. Está visto que la suerte nos persigue pero nosotros somos más rápidos.
Dámaso: pataditas para los lados. Tú sabes.
El Lengua palo. Vaya conversación entre él y Carlos Márquez. Para contratar el servicio de traductores del Senado.
La Locatiwiski: la guerra que dio esa criatura para el poco tiempo que estuvo.
La Lola. Juan Carlos se andaba con cuidado porque el fontanero tenía una mano para tres brazos.
José Domingo: hablaba y hablaba ante la desesperación de Juan Carlos, al que tenía amargado porque no le daba entrada. Seguro que la gaviota del PP de Huelva se toma todos los días un dolalgial.
Dionisio Amador: tan buena gente como bruto. - Dioni, ¿cómo están tus niñas? -Mu bien, mu mocitas. -Hijo, a ver si nos traes una foto que las veamos. -Es que ahora tengo el coche estropeao y me vengo en el Landa; pero descuida, que cuando me lo arreglen os la traigo pa que las veáis. ¿? Y se presentó con dos fotos enormes del salón de su casa una en cada mano sujeta por el cáncamo.
El departamento Daktari con Alejandro y Paulino.
La Litrona: entre los dos no podíamos con su cesta de Navidad y todavía nos metía prisa. A ver a santo de qué se la llevamos. Como diría Manolito Verdugo: vamos, yo es que no lo comprendo,., a hm hm hm.
El día que cayó Paulino por el hueco del descanso de la escalera cuando se hizo a un lado para dejar pasar a Don Carlos. La Machuca lamentando que había roto una maceta. La Litrona diciendo que del golpe hasta se le había extraviado la vista. ¡A Paulino! Alejandro, que cuando escuchó el ruido pensó que se le había caído el bastón a Don Carlos. Antonio, que eso le había pasado por pelota. Del pobre Paulino nadie se compadeció y todo el mundo se carcajeó.
Manolito Fufurufu, vendedor de usados. Aparecieron los teléfonos inalámbricos (el móvil no existía). Entro un día en el baño y estaba cerrada la puerta de uno de los váteres. Suena el teléfono y le escucho “Dígame. Sí, hombre, sí, no te preocupes, que lo primero que salga es pa ti”.
Por supuesto, Carmen Córdoba, “Domínguez, el día que te la ponga yo a ti floja se te van a caer hasta las lentillas”. Tú sabrás dónde andan las frases que fuimos apuntando en aquellos tiempos.

La inspección
Hubo otras, no muchas, a Dios gracias, pero aquí me voy a referir a la del ochenta y tantos, a la del viejo, el jefe de Espárrago, ¿te acuerdas?, que no hacía más que pedir papeles y decir que a él lo que le gustaban eran los BMWs. Nos hizo sudar tinta, pero se aguantó lo indecible, incluido Régulo Cuenca. Antonio le hizo una faena memorable de capote y muleta y el viejo se quedó con las ganas.

Las auditorías
Entra José María en Contabilidad para presentar a los auditores. Antonio los saluda y se ofrece para que cuenten con lo que haga falta, “pero, vamos, que no déis mucho la lata, que os mando al carajo”. José María se quedó pálido. Los auditores no sabían cómo se tenían que tomar aquello. Y Antonio, que tenía salidas para todo, “es broma, pedid lo que necesitéis”, se relajan los auditores y a continuación, “pero que tenemos mucho trabajo y como se pongáis pesaos os mando al carajo”. Creo que se quedaron trastornaos para la primera semana. Después de aquello, fueran los auditores los mismos u otros, cada año eran recibidos con la misma amenaza de mandarlos al carajo.

Las crisis
Sobre todo dos: la del 93 en que lamentablemente salieron tantos compañeros. Cuántos capotazos y con qué arte se los dabas a los proveedores, que se iban sin cobrar esa semana pero contentos. Y esta en que estamos ahora, que no se acaba nunca, que ya no es crisis sino mala leche. Tú, en tu merecido descanso y los demás aquí, a todos nos toca seguir peleando a ver cómo terminamos con ella.

Y en medio de todo esto es admirable que seas una trabajadora europea como hay muy pocos: siempre has sido puntual en la entrada y salida del trabajo, has disfrutado de todas tus vacaciones, pero eso sí, has trabajado incansablemente, responsable, aprovechando el tiempo y sin escaqueo.
Creo que eso tan raro de “conciliación de la vida laboral y familiar” lo has practicado siempre de la forma más natural. Enhorabuena. La mayoría, empezando por mí,  ya podríamos aprender.
Tan europea que tu canción favorita, “Mis manos en tu cintura”, era del italo-belga Salvatore Adamo. ¿O me equivoco? Ya sé que no.
Y hasta te vas a jubilar como una europea. Qué envidia. Los demás a este paso es posible que lo hagamos como subsaharianos.

¿Ves cómo están de rejuvenecidos Alfredo y Cristelli? Bueno, Alfredo siempre ha estado nuevo de estreno. Pues lo mismo te deseamos a ti, pero en bonito.

Como no te jubilas del todo, te diré parafraseando la canción:
Estás que te vas y te vas y te vas y no te has ido
Y aquí nos tienes a todos con los recuerdos y nuestro cariño.

Ven a vernos, porque ya ves que se te quiere.

Salvatore Adamo - Mis manos en tu cintura

3 comentarios:

fernando dijo...

Con "regalos" como ése, debe ser menos doloroso el "duelo" de la pérdida de vida laboral.
Una vez más, me quito el cráneo contigo, "ehmano".

Manuel Domínguez dijo...

Quieto ahí, que no me interesa un hermano descerebrao :)

Unknown dijo...

Casi que aquí pega aquello de... "algo se muere en el alma..." Pero en este caso la amiga no se va, sino que se aparta un poco, no?